Buscando
materiales para este blog tropecé con un trabajo que me llamó la atención por
contener el siguiente párrafo (el subrayado es mío):
En
la actualidad, y desde el registro estándar, asimilado a la norma de cultura,
la lengua que fluye de la pluma de los Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa,
Miguel Ángel Asturias, Neruda, Borges, Octavio Paz, etc., salvo en el léxico,
tratamientos pronominales, no presenta
graves disfunciones respecto de la que fluye de la pluma de los Cela,
Delibes, Alberti, García Lorca, Blas de Otero, A. Zamora, F. Umbral, etc. El
sistema lingüístico del español sirve de cauce de expresión y de comunicación,
es plenamente válido para comunicarse, desde la norma culta, tanto a españoles
como a hispanoamericanos sin esfuerzo alguno. (Sánchez Lobato, El español en
América, Centro Virtual Cervantes.)
El castellano de los autores hispanoamericanos
mencionados, según esto, es disfuncional, pero no de manera grave (salvo en el léxico). Si lo que
quiso decir el autor es que “no presenta diferencias importantes”, lo dijo tan
mal que no cabe duda de que el único castellano disfuncional aquí es el suyo. Y
si lo que quiso decir fue eso, se trataría de una tesis tan arriesgada que uno
esperaría que se dedicara el resto del artículo a probarla. Su lectura resulta
reveladora.
Empieza con un maravilloso ejemplo de cómo se puede
decir algo muy sencillo (esto es, que los filólogos suelen llamar ‘español de
América’ o ‘español atlántico’ al español hispanoamericano) de una manera apenas
inteligible:
Es
habitual entre filólogos denominar «español de América» o «español atlántico» a
la lengua española que, por razones históricas, geográficas y
culturales, se asentó en los territorios americanos de las colonias para
diferenciarla, por las causas antes aludidas, del español de la metrópoli
antaño, del español peninsular en la actualidad, sobre todo a partir de su
independencia de España y de su proclamación como Estados soberanos.
¿Cuáles
son las causas aludidas? ¿Las razones históricas, geográficas y culturales? No
ha aportado ninguna, de modo que no hay alusión posible. Sigamos.
En
el siguiente párrafo nos informa:
La
coiné que representa en el momento presente la lengua española como
sistema puede ser estudiada y analizada tanto desde la perspectiva diastrática
como desde la perspectiva diatópica en ambos mundos, sin que por ello
encontremos sistemas de comunicación diferentes. Se trata del mismo sistema de
comunicación, en especial, en la manifestación escrita del lenguaje. «(...)
Ninguna lengua viva y usada por los hombres permanece inalterada a través de
los siglos, ni siquiera de los años. Esencial es al lenguaje para vivir el
cambiar; el cambiar es constitutivo de su funcionamiento, como instrumento que
es a la vez de comunicación social y de expresión individual».
Esta acumulación de palabras nos dice
fundamentalmente que, a pesar de las diferencias, hablamos el mismo idioma. Lo
gracioso es que la cita que se aporta no sostiene eso, sino lo contrario, pues
sólo habla del cambio y evolución de la lengua. Aplicando el principio de caridad deberíamos presuponer
que entre ambas partes del párrafo falta algo como “es la misma, pero
evoluciona y cambia”, o “es la misma, a pesar de que evoluciona y cambia, pues,
‘Ninguna lengua, etc…” A continuación, después de precisar el número de
repúblicas americanas que hablan español (nombrándolas una por una), un párrafo
lírico:
Podemos
afirmar que la pujanza del español como sistema de comunicación se halla en el
continente americano si atendemos principalmente a su realidad demográfica. En
la actualidad, son más de trescientos millones de personas las que se sirven
del español en América para cifrar y descifrar el mundo que les ha tocado
vivir, para soñar, reír y llorar en el día a día; para amar y morir entre
quienes les han visto nacer y crecer. En definitiva, el peso del español en el
mundo se ha trasladado del país que lo acunó —España— a los diferentes países
americanos que lo eligieron como idioma nacional definitivamente unido al grito
de independencia.
El problema principal de este pasaje no es el estilo,
sino el hecho de no decir absolutamente nada. En este punto (¡la primera página!)
ya se sospecha que la cosa no va a mejorar y se lee velozmente. Copio y pego
destacando las cosas notables:
La
lengua española, en su vasta geografía actual, presenta diversos tonos, diferentes acentos, unos más acentuados que
otros —cierto es—, pero todos los hablantes de español —no importa su
origen—, absolutamente todos, cantamos la misma canción.
En
el mundo de habla hispana las nacionalidades, con sus peculiaridades culturales,
sociales e históricas, ofrecen plurales
hábitos lingüísticos entre sí, variedad de tonos y de acentos, pero siempre
desde la misma melodía. En la sinfonía de lo hispánico tienen cabida múltiples
notas. Somos capaces de reconocernos y de comprendernos allá donde nos
encontremos. [segunda página; estos dos párrafos son consecutivos a pesar de
que hablan de lo mismo]
La
expresión español de América agrupa matices muy diversos: no es igual el
habla cubana que la argentina, ni la de un mejicano a la de un chileno... Pero,
aunque no exista uniformidad lingüística en Hispanoamérica (debido, sobre todo,
al sustrato indígena que los españoles encontraron: quechua, náhuatl, guaraní...),
la impresión de comunidad general no está injustificada: sus variedades lingüísticas
(aquellas que se separan de la norma culta) tanto desde la perspectiva
diastrática (variables socioculturales) como desde la perspectiva diatópica (variantes
geográficas y dialectales) son menos
discordantes entre sí que los dialectalismos peninsulares, y poseen, por
motivos obvios, menor arraigo histórico en Hispanoamérica.
Este último pasaje (tercera página) no puede pasarse
por alto. Aparte de lo altamente discutible que resulta achacar mayormente las
diferencias de nuestro español a las lenguas indígenas, dos cosas. Una: ¿hay
menos diferencias entre el habla de un argentino y el habla de un cubano que
entre el habla de un sevillano y la de un leonés? Sospecho que los diccionarios
de argentinismos o de cubanismos deben ser mucho más voluminosos que
diccionarios de usos sevillanos o leoneses (y no tendrán muchos usos comunes,
del tipo que en el DRAE se marcarían como Arg.,
Cuba). A menos que nuestro autor esté pensando en el catalán o el euskera
como lenguas dialectales, lo cual sería sorprendente, si aún cabe. Dos: ¿qué
dice la larguísima segunda oración? Léase después de los dos puntos quitando el
enorme inciso y se obtiene: “sus variedades lingüísticas [las de
Hispanoamérica] (…) son menos discordantes entre sí que los dialectalismos
peninsulares, y poseen, por motivos obvios, menor arraigo histórico en
Hispanoamérica. No hay forma de reconstruir la oración para que tenga sentido.
Al
hablar del español en América estamos hablando de una lengua de comunicación —como
ya se ha señalado— que aglutina a veinte
naciones independientes. [en realidad, lo que se había señalado era que el
español se habla en 18 repúblicas independientes, más los casos particulares de
Puerto Rico y la comunidad hispanohablante de Estados Unidos.]
Bien, yo comento el artículo de un importante académico
(del IC, por cierto) sin ser más que un aficionado un poco afectado por aquello
de nuestros escritores levemente disfuncionales. En mi irritación seguramente
he entendido todo mal y no sé lo que estoy diciendo, pues el artículo de
dieciocho páginas tiene SEIS (!!) de
bibliografía. Pero, después de todo, la relación que tenemos los hablantes del
español con nuestros filólogos es análoga a la de un alumno con su maestro y
nos autoriza a interrumpirlo con un “perdón, profesor, ¿cómo dijo?”.